martes, 21 de octubre de 2008

"¿Puede la ley proteger al delito?"

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Estimado alumno y votado Presidente:

¿PUEDE LA LEY PROTEJER EL DELITO? No, nunca, jamás.

NO, porque la democracia se convertiría en tiranía y la libertad en esclavitud y el Estado de Derecho en régimen totalitario.

NUNCA, porque la ley debe estar siempre por encima de las "razones de Estado", y toda razón de Estado "ilegal" es “per se” antiConstitucional, y por tanto deja de ser razón de Estado.

El Estado se convertiría en una entelequia, en una máquina de opresión, de esclavitud, de tiranía.

JAMAS, porque los derechos del hombre y sus derechos "sociales" son la suma de los derechos de todos y cada uno de los individuos que forman esa sociedad y jamás una parte de esa sociedad, la indebidamente protegida, por estar en delito, puede subyugar al resto, sea este mayor o menor, ni incluso para ficticiamente protegerla.

Siempre me ha preocupado más la falsedad de las ideas, la corrupción de la mente, el pragmatismo desbordado hasta llegar a que el fin justifique los medios, los que de las simples opiniones hacen profundas convicciones, los que de la norma hacen dogma, o los principios inalterables derivados de la propia naturaleza humana los ensucian con sus conveniencias personales o colectivas, más digo, que los mismos hechos erróneos o delictivos, cuando el delincuente tiene conciencia de su error y maldad.

Los "pecados capitales", sobretodo la soberbia derivada del poder, o l a lujuria derivada de la relajación de las costumbres, - "lo hacen todos"- obnubilan la razón para poder justificarse a sí mismo y acallar la conciencia.

Es el confusionismo y el relativismo en los principios el que está llevando nuestra sociedad a ciertas degradaciones en las costumbres con impunidad de conciencia. El todo vale, el fin justifica los medios, el gato blanco, gato negro, con tal que cace ratones de Deng Xiaoping que tanto gustó a González, los derechos mal llamados "colectivos, confundidos generalmente con el poder del Estado y este con el del Gobierno de turno, haciendo de mi capa un sayo, cuando no los intereses partidista o incluso personales de estos, privan sobre el interés de la sociedad que nunca es “razón de Estado” para que el Estado tenga razón.

Las alcantarillas y las cloacas, los fontaneros de la política, la suciedad como medio, nunca resulte las cosas bien y deja un hueco tan grande para la arbitrariedad y el abuso como hemos visto en las desvergüenzas creídas como normales y “justas” – léanse tantos dineros injustamente apropiados por los propios administradores de él para el pueblo,- nacen al amparo del “todo vale” si el gato caza ratones.

Aún recuerdo con vergüenza ara la democracia la defensa a ultranza de un General de la Guardia Civil, sobre todo a través de un periódico de derecha entonces, y que resultó ser culpable de crímenes execrables, aunque fuera en cabezas de delincuentes o terroristas. Puede que la ley pueda autorizar operaciones de riesgo y de secreto, los secretos oficiales, par información y pruebas de delitos o crueldades.

Pero estas deben ser controladas minuciosamente por poder y oposición, quizás por hombres rectos y probos elegidos y no corruptos, cambiables cada cierto tiempo para que la corrupción y el engolamiento del poder no llegue a atenazarles, y desde luego siempre bajo el control de la ley más clara y transparente cuando alcance a la justicia sobre cualquier hombre, sea terrorista criminal o inocente.

La posibilidad de error, maximizar la culpa, o escuchar las razones del reo, etc. hacen que cualquier juicio fuera de la ley, y los “sumarísimos” no están dentro de la ley, ni aún en tiempos de guerra, es tan grande que es preferible mil crímenes no castigados a un solo inocente condenado.

Esta es una de las servidumbres de la Democracia pero también una de sus mayores glorias que la enaltecen y la hacen “el menos malo de los sistemas político”.

Olvidarlo es volver engañosamente al totalitarismo, a la tiranía, a abrir una brecha sutil pero posible en el Estado de Derecho que se convierte en Estado de poder y deja automáticamente de ser democrático.

No, Señor Aznar, así no. La democracia nunca ni con toda la legalidad del poder dado por los votos, es un cheque en blanco. Pierde su legitimidad si la usamos como dueños y señores de ella, sin contrastarla siempre con el motivo y deseos para la que nos la dio el pueblo.

El pueblo sigue siendo soberano aún cuando haya depositado la soberanía en el poder, y el poder no se puede salir de los límites, muchas veces difíciles y difusos, con que se la entregó el pueblo.

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